mediadores del conocimiento

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Variaciones narrativas: los viajes de Darwin

Escrituras y reescrituras del célebre diario de viaje de Charles Darwin realizadas por participantes del programa “Mediadores del conocimiento” durante julio de 2019 en la unidad penitenciaria de Ituzaingó. La dinámica consistió en una lectura compartida de algunas de las entradas de El viaje del Beagle, de 1839, y la transformación en nuevos relatos orales que, a su vez, fueron transformados a escritura en nuevas narraciones. Como se ve en cada paso,  el texto original fue variando por los efectos de la transposición (de escritura a oralidad y viceversa), pero también por el carácter polifónico de todo discurso. La actividad se desarrolló durante 4 encuentros en la Unidad Penitenciaria Nro. 39 de la Provincia de Buenos Aires y fue coordinada por Fernanda Petit.

RELATOS NARRADOS

RELATOS ESCRITOS

¡Nunca pensé!

 

En este viaje hacia lo desconocido en esa jungla, donde nos topamos con una familia de felinos, algo como pumas, gato montés o algo así, y como nosotros éramos visitantes, ese animal se defendió por pensar en que estaba en peligro y así se abalanzó con una gran furia, hacia uno de mis compañeros y luego de hacerlo con varios de ellos, me tocaba mi turno, y en defensa propia tomé un palo con punta y se lo ensarté justo en su corazón. Fue tan grande la explosión que su sangre me salpicó por todo el cuerpo, cuando vi eso tan horrible que había hecho y al dejar esa familia sin líder, me puse muy mal, casi a la tristeza total.

En mi afán de querer ayudar a esa familia de felinos salvajes, me los llevé conmigo, saliendo de esa odisea que habíamos pasado junto a mi tripulación, volvimos a embarcarnos de regreso a casa, y luego de varios días llegamos al puerto. Al desembarcar abracé a la familia de mis tripulantes abatidos, les di mis condolencias. Luego de ese mal momento, yendo para mi casa, al llegar a la puerta de mi hogar, estaba la policía. Me preguntaron por los animales salvajes, y fue así como termine en una cárcel, por ayudar a una familia.

Y es aquí donde empieza mi nueva odisea.

 

Me embarqué a esa isla misteriosa que dicen que cobra vida durante la noche. Quedaba cerca de Olivos, en un lugar llamado El Delta, más conocido como El Tigre. Al navegar por varias horas en esas aguas agresivas y turbias llegamos a destino. Desembarcamos
sorprendidos por la bella vegetación de la isla y las flores coloridas. Mi tripulación tenía hambre y decidimos recorrer la isla y pescar nuestro alimento, no se pescaba nada.

Decidimos armar lanzas con puntas de cuchillos afilados atados a unos palos que encontramos y emprendimos una caminata por la isla en busca de algún animal para poder comer, ya desesperados y con el estómago haciendo ruido que parecían tambores. De repente, nos cruzamos con un puma con la mirada desafiante, agresiva, con los colmillos grandes y afilados, bien blancos que parecían cuernos, queriéndonos comer, ahí le tiro un lanzazo para matarlo y comerlo y el puma se espanta y se escapa.


Ya medios rendidos por la frustración vamos volviendo hacia la embarcación para probar suerte en algún otro costado de la isla. Cuando llegue subí al barco y lo veo a José acostado, y en su boca y en el piso lleno de migas, y a su lado una bolsa de cartón que decía Atalaya, este personaje se había comido al menos 2 docenas de medialunas de manteca. Inmediatamente agarro las sogas que tenía y lo empezamos a amarrar de pies y mano. Era tanta el hambre que teníamos que encendimos un gran fuego, y matamos el hambre con el canalla y tacaño de José.

 
Esto es una historia de un adolescente que ve muchos turistas, en la isla de Brasil, donde pasaban los días, donde se veía lluvias, tormentas y una principalmente, una gran tormenta con olas gigantes, donde veo un barco que se da vuelta. No es como me lo habían dicho, hermosas vegetaciones, un paisaje impresionante, donde inclusive sale un puma con garras enormes, salí corriendo y me puse a explorar la isla, de repente empecé a tener hambre y me
puse a pescar. Después de llenarme la panza con un delicioso pescado, al cabo de un rato pasa una persona donde le pido ayuda, donde me lleva a un hospedaje, lo único que quería era
descansar, de repente me quedé dormido y despierto en una playa, era la playa de Mar del Tuyu.
 
Bueno, esto es mi historia.
 
Jorge Antonio Casco.

Acá me encuentro, en mi hábitat, el aire frio del sur, la nieve y obviamente la fauna de este lugar, pingüinos, ballenas y un enorme deseo de conocer otros horizontes, más cálidos, más tropicales más de lo que yo ni siquiera conozco. Vaya a saber, quizá fue mi deseo o tal vez fue el destino, pero en el puerto, atracó un enorme barco, con un tal Darwin a la cabeza. Y como dije antes, sea deseo o destino, este tal Darwin me cuenta que su viaje había culminado aquí, que cargaría provisiones y comenzaría el retorno hacia su hogar, no sin antes hacer escala en Brasil. Al escuchar “Brasil” mis ojos deben haberse movido de sus órbitas, ya que este hombre, Darwin, me propone acompañarlo en su viaje. Sin dudarlo, digo que sí, acompañando mi respuesta con un infinito movimiento ascendente y descendente de mi cabeza.
Ya una vez instalado en el barco, observo absolutamente todo, tripulación, objetos, provisiones, todo me llama la atención y todo lo quería retener en mis pupilas y corazón. Era mi primera y quizá única oportunidad de subir a un barco (ya que mi miedo a estos, era infinito).
El barco zarpó y con los primeros movimientos del barco, vinieron mis primeros movimientos estomacales, aun así, nada superaba mi deseo de horizonte tropical.
Ya varias horas después de zarpar y luego de expulsar durante esas mismas horas, todo lo que habitaba mi estómago, comienza lo peor, una tormenta, olas inmensas!, gigantes!!, demoledoras golpean el barco, lo giran, lo suben, lo bajan, lo trituran y me encuentro intentando nadar en un mar frio, eterno e imposible. Ya pensando en un final próximo, soy absorbido por una boca gigantesca que se abre. Descubro que era una ballena por el orificio que tenía en su lomo, buscando la forma de salir del animal. Pretendo hacerle cosquillas, como en el cuento de Pinocho, pero no. Seguía adentro de la bestia, que seguía alimentándose con todo lo que veía. Obviamente algo hizo que no pudiera digerirme como todo lo demás, razón por la cual me expulsó, no por el orificio del lomo como yo deseaba, pero bueno, en fin, lo importante fue seguir vivo. Nadando, consigo llegar hasta la playa y es ahí donde prometí no volver a viajar en barco con extraños.

 

Un día mi amigo Juan decide hacer un viaje de placer. Se toma un barco y zarpa para Brasil. Cuando llega comienza a disfrutar de la vegetación. Según él era todo muy lindo. Hasta el musgo de las rocas era precioso. Pero de repente entre los pastos se le aparece un puma, él queda petrificado del susto, y el animal con una mirada desafiante se le abalanza con la boca abierta. De inmediato, él saca la daga que solía llevar en sus viajes y atraviesa en el estómago pasando de lado a lado. El puma cae sobre él, llenándolo de sangre y entrañas. Se quita al puma de encima y como estaba muy asustado decide regresar al barco. En el camino se larga una lluvia tropical que para su suerte lo limpia de las entrañas del animal. Finalmente encuentra el barco, vuelve a embarcarse y regresa a su casa.

 

 

El paisaje mostraba tranquilidad y a la vez soledad, frio y una fauna que subsistía a este entorno de ballenas, pingüinos y la nieve que cubría como un manto blanco toda la superficie. Los turistas que se podían ver, venían desde Brasil y del caribe seguramente atraídos por ese frio y ese paisaje tranquilo que como ellos contaban era todo lo contrario de su territorio normal de vida en las playas caribeñas, llenas de gente. 

Llegué al puerto y un capitán me invitó a acompañarlo y a su tripulación y me sedujo la idea de remontar las olas del mar, lo que nunca imaginé fue que ese barco era tan frágil ante la inmensidad del océano las olas arremetían y cubrían todo. 

Los hombres de la tripulación salían despedidos del barco con el choque del agua en la proa. De repente me encontré sumergido en el agua que me arrastraba hacia mar adentro. Luego me encontré dentro de la boca de una ballena, lleno de peces pequeños que como yo no pasábamos por sus dientes. 

Hasta que casi sin poder respirar más salí justo por el recto de la ballena y encontré una playa donde descansé desvanecido por el cansancio y el nauseabundo olor de su malestar estomacal.
 
Salgado Cid, Alejando Omar.

Era el día de mi cumpleaños, 24 de febrero. Con mi familia quisimos emprender un viaje hacia una isla misteriosa cerca del Triángulo de las
Bermudas. Era la primera vez que subía a un barco y todo me parecía maravilloso, hasta que una gran tormenta nos agarró en la mitad.
Las olas eran tan grandes que casi perdemos la mitad de la tripulación. Explorando la isla encontramos árboles que median muchos metros, flores, animales y mascotas. Entonces nos topamos con un gatito que medía 30 metros. Lo mate con el cuchillo para llevarlo y comerlo. Quedé rojo como el chapulín colorado. La gran lluvia que después me limpió la sangre era tan fuerte que no nos dejaba avanzar. Las olas hicieron que se perdiera la mitad de la tripulación, donde lamentablemente entre ellos estaba mi amigo.

Una mañana temprano salimos con mi hijo y su perro a una odisea hacia el sur. Estamos en Europa, subimos a un barco y nos fuimos hacia el sur y llegamos a tierra después de un largo viaje por el mar. Se veían unas montañas enormes. Entramos por una entrada que se convertía en un rio muy ancho y seguimos navegando hasta que llegamos a un punto que se formaban 3 brazos, elegimos uno al azar que nos conducía a una selva con muchas plantas y animales de todo tipo pero igual seguimos navegando hasta el final que nos conducía a un lugar que apenas era posible imaginar que existía algo tan hermoso y bello, acantilados de hielo. Quedamos petrificados de tanta hermosura. Los estuvimos admirando desde una buena distancia que no tuvimos mejor idea que acercarnos a admirarlos desde cerca. Bajamos los botes, anclamos el barco y nos íbamos arrimando a los glaciares a admirar la blancura mate de la nieve y el bello azul brilloso de esos glaciares tan enormes e infinitos. Hasta que nos íbamos acercando y de repente empiezan a desprenderse algunos trozos de hielo, hasta que una gran mole cae haciendo un gran ruido enorme. Fue algo espectacular pero lástima que alcanzo a uno de los botes y lo dio vuelta y perdimos un cuarto de la tripulación. Unos 7 marineros perdieron la vida. De repente vimos la silueta de una enorme ola que avanzaba hacia nosotros, los marineros remaban a toda prisa porque el peligro de ser despedazados era evidente. Fuimos sacudidos de un lado a otro pero sin recibir daño alguno. Fue para nosotros una fortuna grandísima porque estábamos a una distancia grandísima de donde cayeron los témpanos. Cruzamos de lugar hacia el barco junto con los peces que se encontraban en el lugar, era tan evidente el susto que tenían que nadaban tan de prisa que salían afuera del agua, parecían peces voladores de todos colores y llegamos a pescar algunos. Fuimos al barco y volvimos por donde vinimos por la selva. Paramos en un lado que precia una playa. En la orilla del Río bajamos del barco con un hambre, cocinamos los pescados a la parrilla y hervidos. El perro los comía crudos. Había muchos monos curiosos de todos los tamaños, unos más lindos que otros. Nos metimos en una tribu de indios que no tapaban sus vergüenzas y volvimos al barco y nos volvimos con ganas de volver.

 

Cesar

El viaje que nunca pensé hacer 

Saliendo de un día arduo de trabajo, rumbo a tomar el colectivo para volver a mi casa, me llevo algo parecido a un palillo volador con luces como la de un patrullero. Los que me llevaban en ese platillo, también se parecían bastante a policías. Cuando llegamos a un lugar vaya a saber en qué parte, lo único que me acuerdo es de la paliza que me dieron, gritándome acá mandamos nosotros. Luego de algunas horas de esa tortura, me llevaron a algo como una jaula pasando por un pasillo largo, oscuro, medio siniestro. Había varias jaulas donde me tiraron en una de ellas donde había unos seis animales, un gato, un perro, una loba, un león, un dinosaurio hasta un pajarito, y a mi me veían como un gusano, que hasta para el pajarito era una presa fácil. A la mañana siguiente muy temprano venían con un palo golpeando las jaulas gritando arriba, y todos callados. Te daban de comer cuando ellos querían, te sacaban a bañar 5 minutos y a algunos los sacaban y ya no volvían. A algunos los sacaban y los encerraban solos. Yo no sabía que iba a pasar conmigo. Yo solo había ido a trabajar. Me encuentro en una habitación en la cual no me puedo adaptar, ni me quiero adaptar. 

Extraño a mi familia, me encuentro en un lugar donde se matan entre sí, cada vez quedamos menos. Nose si se los comen o se los llevan a otro lado, si los dejan volver a sus respectivas casas, solo se que me encuentro en un viaje, que no es por trabajo, ni por placer, es un viaje del cual nunca pensé que iba a tener.

Bahía o San Salvador (Brasil)

29 de febrero.

Tras varios días en alta mar con rumbo hacia lo desconocido buscando descubrir nuevos horizontes, hemos divisado en la lejanía, tierra firme al fin. Llenos de ansiedad hemos fijado el rumbo hacia allí. Al llegar a la costa anclamos la embarcación y desembarcamos con nuestros respectivos equipos de exploración. Agrupando a la tripulación hemos iniciado una misión de exploración y reconocimiento del lugar. 

Adentrándonos en la vegetación, todos quedamos maravillados con la belleza natural del lugar. Su paisaje era algo deslumbrante, su verde follaje, que parecía alfombrar toda la extensión de la tierra, los diversos colores que relucían de las diferentes especies de plantes parecían decorar el territorio, los animales que allí habitaban convivían en total armonía y coordinación con toda la naturaleza que los rodeaba, el aire que se respiraba en ese lugar era puro y aromatizado por la vegetación que abundaba. Tras muchas horas de exploración y habiéndonos sumergido en lo profundo del extenso verde, el clima cambió repentinamente y una tormenta eléctrica comenzó a azotar el tranquilo bosque. Un viento fuerte embestía con rudeza la vegetación haciendo inclinar de un lado hacia el otro violentamente los árboles, los truenos que hacían estremecer el suelo de lugar, y aturdían a cualquier ser que se encontrara allí. Sus rayos eran como serpientes que descendían de los cielos impactando en la tierra y convertían la noche en día por un instante, el agua que caía intensamente achicaba los espacios inundándonos y dejando así pocos lugares donde buscar refugios. Tras vernos superados por la situación que acontecía, tomamos la decisión de emprender el regreso hacia la embarcación, atravesando el verde bosque y sorteando todos los obstáculos. Al llegar al sitio donde se encontraba el navío, miramos hacia atrás sorprendidos por la aventura que habíamos pasado sin sufrir la baja de ningún tripulante. Abordamos el barco y abandonamos el lugar maravillados por la experiencia que habíamos vivido deseando volver a ese lugar majestuoso algún día.

Argañaraz Zarate Cristian

En mi diario de viaje, uno de los tantos que realicé por mares, ríos y océanos, fue con un navegante famoso por sus viajes, Charles Darwin. Un naturista que recorría el mundo investigando la naturaleza y buscando cosas nuevas como plantas, animales e islas que no figuraban en el mapa marítimo.

Nosotros éramos un grupo de seguridad que nos dedicábamos a la custodia y seguridad de personas y cosas. Cristian, Hernán, Maxi, Juan y yo nos contactamos con él por medio de un conocido que nos comentó que necesitaba custodia para un viaje muy largo que iniciaba antes de las fiestas. Llegamos a un arreglo muy bueno en lo monetario, porque mis compañeros en lo nuestro que es la seguridad son los mejores, no lo digo porque es mi grupo sino porque lo son. Todos fuimos juntos a un curso de custodia internacional que lo daban un grupo de ex marines yanquis y comandos israelitas que durante 8 meses nos enseñaron el arte de la custodia, lucha cuerpo a cuerpo con puñales, adiestramiento de armas y artes marciales varias. Todos ellos fueron los que mejor puntaje sacaron en el adiestramiento de puñal. Juan en artes marciales, Maxi y Hernán en informática, Cristian como tirador y yo era uno más de ellos. Un 18 de diciembre, no recuerdo el año, salimos a alta mar desde Puerto Madryn en el navío SM BEAGLE. El 20 nos despedimos del sur, y con viento favorable pusimos proa al norte. Desde el Cabo Tres Montes se veía a lo largo de la alta costa la espesura de la vegetación forestal, aún sobre los riscos más escarpados. 

Después de varios días de navegar por el pacifico descubrimos una isla que se parecía mucho al pan de azúcar de Río de Janeiro. Después de rodearlo, el capitán Darwin dice de desembarcar en la isla que tenía un cerro más o menos de 480 a 500 metros de altura que era perfectamente cónico y difícil de escalar. La subida fue muy trabajosa, porque en algunas partes de las laderas eran tan verticales que tuvimos que usar los árboles trepando por ellos usando las cuerdas. El lugar era muy bello, tenía flores hermosísimas que ni Darwin las había visto en ningún viaje. Luego de ascender a la cumbre en estas regiones desconocidas, fue hermoso ver el  espléndido paisaje desde lo alto. Fue algo sorprendente y único, sería lindo que la gente pudiese experimentar la emoción de la satisfacción que comunica la vista del panorama contemplado desde la altura. Después de varias horas de descansar decidimos bajar porque empezó a oscurecer, y por el handi Cristian me comunica que algo sucedía entre los arbustos, como que la selva había tomado vida. Tomamos nuestras cosas y empezamos a bajar, rodeamos al pequeño grupo que subió con nosotros iniciando una acción que en nuestro trabajo se llama burbuja en el cual a los que protegemos quedan en el medio de nosotros. De repente, entre los matorrales se aparece un puma enorme que nos sorprendió porque cuando subimos no había ningún animal. De pronto, se abalanza sobre el grupo pero lo que el puma nunca se esperó fue la rápida reacción de Juan, que con un salto felino se puso delante del puma con un puñal en la mano. Se miraron a los ojos y el puma se abalanzó sobre él, que con un ágil movimiento hacia adelante Juan se tira al piso y abre al puma en el vientre y le caen todos los intestinos y sangre sobre el, se levanta y nos grita corran, corran y se queda parado frente a los arbustos porque se seguían moviendo. Tomamos a Darwin de los brazos y empezamos a bajar en dirección al muelle. Subimos al barco y esperamos a Juan que venía rápidamente porque lo perseguía otro puma al cual Cristian abate de un certero disparo. 

Salimos de nuevo proa al norte, comentando lo sucedido en la isla. Mientras cenábamos Hernán comentaba una anécdota que le había sucedido en un viaje. En unas vacaciones que se tomó para descansar y bajar un poco la adrenalina del trabajo, Hernán nos comentaba que raudamente salió hacia Villa Gesell por la ruta 11 y de pronto empezó a llover. No entendí si dijo soretes de punta, pero bueno, decía que en lo mejor de la ruta, pincho una goma. Imagínense en el medio de la ruta con los chicos y lo único que faltaba era tener la rueda de auxilio también pinchada, y fue lo qué pasó. Pobre Hernán le pasaron un montón de cosas más que fueron muy graciosas y nos relajamos. 

Pasaron varios días y de pronto en medio del océano vimos otra isla perdida, la cara de Darwin era una sonrisa de oreja a oreja.

Buscamos un lugar para bajar y explorar la isla. Cuando empezamos a caminar nos parecía como que las cosas eran muy grandes, los árboles, las flores, los frutos. A pesar de la desconfianza decidimos explorar más adentro y nos encontramos con plantas carnívoras y animales gigantes. Con mucho cuidado Darwin juntaba para sus investigaciones plantas, tierra, cortezas de árboles y de repente aparece un mono gigante. Ustedes dirán King Kong y yo les digo no. Este era más bravo y feo que Kong. Tenía el lomo plateado y una cola larga a diferencia del otro. En un momento estábamos comiendo y no sé si por los nervios uno de los tripulantes salió corriendo y el mono giró su enorme cabeza, nos vio, y sucedió lo inevitable, nos atacó. Juan que era el más adelantado por ser punta de lanza, accionó su arma calibre 50 que no hizo mella en tan gigantesco animal, que tiró una enorme roca hiriendo a varios de los tripulantes del barco y lamentablemente mató a uno de ellos que había entablado una amistad con Maxi, y él se puso furioso y enfrentó al mono con decisión, apoyado por Juan, Cristian, Hernán y parte de la tripulación que estaba armada le tiramos con todo lo que teníamos hasta que huyó herido hacia el centro de la isla. Por orden de Darwin regresamos al barco llevando a los heridos y al amigo de Maxi que falleció. Partimos de esa isla con destino incierto y así estuvimos por 2 años por las costas de Sudamérica, las islas Fritz Roy, Las Galápagos. Fuimos conociendo las costumbres aborígenes de cada lugar. Siempre me asalta el extraño deseo de comprobar si algún ser humano ha visitado anteriormente un sitio no frecuentado. 

Hoy me embargan esos sentimientos de extrañar a mis amigos, compañeros de cientos de aventuras, hermanos de la vida. Estén donde estén, que dios bendiga a ustedes y a su familia. 

 

Solorzano Maximo.